La
felicidad sin duda alguna es uno de los sentimientos que más me vivo pues el
ambiente está rodeado de ello y también llena nuestro corazón de mucho amor. Debe ser siempre uno de nuestros propósitos de
vida primordiales pues todos vinimos a este mundo a ser felices
independientemente de las adversidades que sucedan a través del caminar. No hay nada más hermoso que sonreír con el
alma entera y más aún cuando ves que quien da esa sonrisa es un niño. Ver a un niño feliz debe ser el motivo
principal no sólo de los padres y/o familiares sino también de todas las
personas que tenemos contacto con ellos.
La sonrisa
de un niño es un faro de luz que engalana nuestros alrededores para iluminarlos
con su gran esplendor. Cuando estamos al
lado de ellos no hay ambiente de tristeza ni preocupaciones pues ellos mismos
se encargan de provocarte aunque sea una sonrisa. No sé cómo lo hacen pero ellos iluminan
nuestro mundo en un abrir y cerrar de ojos.
Los niños son los motivadores número uno para cualquier momento difícil que
estemos pasando y mediante su mirada nos hacen ver que todo es posible si así
uno lo cree. Su sonrisa a primera
instancia realmente enamora y contagia cualquiera a su paso. Me encanta verlos sonreír porque lo hacen de
una manera asombrosa y única. Si es
hermoso cuando ellos sonríen más bonito es cuando nosotros los adultos somos
los causantes de su alegría.
No
permitamos que un niño llore al menos que sea de grata felicidad. Ellos siempre se merecen lo mejor: paz, tranquilidad, amor y mucha
felicidad. Dejemos que sonrían con esa
naturalidad con que lo hacen. Que sean
felices con su gran imaginación, sus interesantes locuras y hermosa inocencia
que los caracterizan. Que la sonrisa de
un niño siempre sea nuestro aliento en momentos de debilidad, nos permita dejar
vivos a ese niño/a en nuestro interior y que sea en todo momento uno de
nuestros propósitos de vida con el fin de dejarles un mundo mejor en el futuro.