En una
noche de verano nos encontramos en nuestro lugar….un lugar que se convirtió en
uno especial desde el día en que nos conocimos.
Es nuestro lugar secreto en donde sin darnos cuenta se empezó a escribir
una hermosa historia de amor. Cada vez
que nos vemos sentimos una gran atracción que desencadena en una fuerte llama
de pasión. Es un amor que aún no hemos
confesado….lo que no nos imaginábamos era que esta noche el destino conspiraría
a nuestro favor para declararnos nuestro amor.
Estábamos
frente al lago viendo cómo la luna iluminaba nuestro alrededor. El cielo estaba despejado para poder ver las
estrellas, la brisa fría acariciaba nuestra piel, se respiraba un aire de
tranquilidad, en fin, era la noche perfecta.
Nos pusimos a hablar sobre nuestro día cuando de pronto vimos pasar una
estrella fugaz y ambos pedimos un deseo.
Lo que no imaginábamos era que ambos pedimos lo mismo.
De momento
el silencio inundó la noche….el ambiente se empezó a cargar y ambos tuvimos que
confesar lo que pasaba por nuestras mentes.
Era inevitable que continuáramos callando lo que sentimos. Mientras íbamos hablando nos complementábamos
las palabras y echábamos a correr los recuerdos que habíamos pasado
juntos. Al ver que coincidíamos en
nuestros sentimientos logramos notar que lo de nosotros ya no era una amistad
sino que se había convertido en un amor puro, un amor que va más allá de los
límites. Nuestro amor no es hasta que el
destino nos separe, este amor que sentimos es hasta el final….e incluso va más
allá de la muerte.
A la
estrella fugaz le pedimos un deseo y en tan solo segundos se hizo
realidad. Bajo esta luna y estrellas de
testigo nos juramos amor eterno, un amor que no tiene límites, en palabras más
específicas: un amor verdadero que está
unido en una sola alma. Un amor que nada
ni nadie puede separar. Un amor que se
simplifica en una sola frase: ¡TE AMO!
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