La vida es
una eterna bendición de la cual siempre le estoy agradecida a Dios. A pesar de las tormentas que puedan surgir en
el camino no me quejo por nada pues sé que cada momento tiene su lección. Todos estamos aquí por un propósito especial
el cual iremos averiguando en la marcha.
Apreciemos el regalo de estar vivos y de tener propósitos para nosotros
y los demás. Ya sea uno o múltiples propósitos
todos tenemos motivos por los cuales vivir la vida. Un propósito que todos tenemos en común es el
de ayudar a las personas cuando más lo necesitan. Existen distintas maneras para hacerlo y
todas conducen al mismo fin: el hacer
sonreír a la persona. No hay acto más
bonito que este pues además de brindarle felicidad a ellos nos da alegría
también a nosotros.
La vida nos
pasa de lado y a veces nos enfocamos tanto en nosotros que no miramos a nuestro
alrededor ni tampoco nos percatamos de lo que necesitan los demás. A veces sólo una sonrisa basta para que un
alma herida vuelva a ver la luz del sol.
Caminando por la vida me he dado cuenta de lo importante que es ver
sonrisas en vez de lágrimas, de ver rostros amables y serviciales y de sentir
corazones agradecidos en todo momento.
Es por eso que de ahora en adelante he adoptado una nueva filosofía la cual
llamo: solo quiero hacerte feliz.
Ver en ti
un rostro triste llena de mi corazón de dolor y mi mente de preocupación. Te conozca mucho o poco siempre me pondré en
tus zapatos para valorarte y entenderte.
Recuerda que nunca estarás solo que siempre tendrás un alma que se
mantendrá al pendiente de tu bienestar.
Solo quiero hacerte feliz no sé cómo lo haré pero así tenga que hacer
hasta lo imposible por ver una sonrisa en tu rostro lo haré sin pensarlo dos
veces. Mientras Dios me dé vida y salud
haré lo que esté en mis manos para cumplir este y todos los propósitos que el
Señor me puso en el corazón. Hagamos
todos nuestra parte: seamos empáticos,
seamos humanos hoy, mañana y siempre.