Cada día
tiene un sentido distinto según los sucesos que van aconteciendo minuto a
minuto. Hay días en los que la alegría
es el centro de atención y la inspiración llega de una manera hermosa pero hay
ocasiones en que todo nos sale mal y hasta las letras se convierten en una
navaja que cortan nuestra alma en mil pedacitos. Hoy me tocó vivir uno de esos días
difíciles. Es fácil poder sentarse y
contarle a alguien todo lo que nos sucede pero lo difícil es que te comprendan
al 100 por ciento. Nadie vive nuestras
dolencias y por más que se pongan en nuestros zapatos jamás podrán experimentar
el mismo sentimiento que albergamos en el corazón.
Hoy es uno
de esos días en los que nadie comprende cómo realmente me siento. No me sirve de nada el confesar mi pensar si
ya sé las respuestas; se escucha y una y otra vez el cuento de nunca acabar. Básicamente ya he optado por tragarme cada
uno de mis momentos de dolor hasta tanto explote sola. Las lágrimas me acompañan en la amarga
travesía y el desahogarme con las letras es la única opción que no me juzga. Esta es mi terapia cada vez que no tengo esa
mano amiga que me ayude a liberar mis tensiones. Es mi manera de escape de la cruda realidad
que me rodea. El desahogarme con las
letras es la filosofía que aplico cuando nadie me entiende a la perfección.
En
definitiva, el desahogarme con las letras ya forma parte de mí pues me ayuda a
liberar mis más grandes dolores y en parte me brinda algo de tranquilidad
dentro de toda la inestabilidad de mi vida.
Si las letras no existieran no sé qué me haría porque aunque las
palabras duelan también brindan calma y reflexión. Al escribir este escrito las lágrimas
brotaron de mi alma con mucho dolor pero a la vez las letras lograron tranquilizar
mi mente de tanto pensamiento negativo.
Aparte termino sacando algo positivo para mi caminar.
Lección de
vida: hay que desahogar todo lo que uno
siente por el medio que sea antes de que la tormenta acabe con nuestra propia
vida y paz mental.
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