La vida es
una lucha incansable por sobrevivir ante todo lo que se nos presente. Los días traen su afán y por ende, llegan
esos momentos buenos o malos que nos ponen a pensar un rato. Las cosas buenas traen pensamientos de
bendición pero por el contrario, las cosas malas nos brindan tantos sinsabores
que se quedan alojados en nuestro ser por más tiempo. Cuando estos momentos negativos llegan a
nuestras vidas nos transforman en seres que no somos. Vagamos por la vida con batallas internas que
durarán el tiempo que le demos importancia.
A todos nos toca lidiar con dichas batallas a diario así que les
presento un vivo ejemplo.
Un día más
ha llegado ante mis ojos. Tal vez para
muchos es un día en el cual podrán disfrutar pues viven en un estado de
completa paz y se permiten apreciar cada detalle que se les presenta. Quisiera decir lo mismo pero para mí hoy es
un día más en el cual los pensamientos hacen una fiesta sin control pues
quieren manifestarse sin importarle lo que diga el corazón. Me siento en una esquina a darle importancia
a cada uno de esos pensares y me doy cuenta que son más de preocupaciones y/o
tensiones que de cosas buenas.
Y es que
cada día es una batalla interna que ya empieza a agotar mi mente y el espíritu
de querer continuar caminando. Los
pensamientos ya comienzan a sonar como disco rayado en una noche triste. Las horas se van básicamente en una suma de
preocupaciones, en preguntas sin respuestas y nadando en una ruta sin destino
alguno.
Sé que Dios
le da las mejores batallas a esos guerreros de Fe que nunca se cansan. En mi caso estas batallas internas ya están
empezando a apoderarse totalmente de mí y de todo mi entorno. Por más que intento levantarme para
enfrentarlos caigo una y otra vez. Ya
las rodillas me duelen de tanto que le he pedido Dios que me brinde dirección y
aun mi mente no haya ese camino.
Sé que la
vida se basa en seguir luchando e intentando pero hay un momento en que las
fuerzas se agotan y la mente no quiere escuchar razones. Las lágrimas se apoderan del corazón y el
cuerpo aguanta duramente el dolor pero luego se debilita aún más. A veces me cuestiono el porqué de las cosas
pues en ocasiones me parece injusto que mi vida sea siempre de pensamientos de
escarmiento. Los días siguen pasando y
no veo mejoría en mí pues cuando decido luchar siempre pasa algo que no me
permite crecer y salir del círculo vicioso.
He aguantado como toda una veterana cada uno de esos días y noches de
incesantes tormentas pero de verdad no sé cuánto más pueda aguantar.
¿Será que
algún día me podré deshacer de estas batallas internas que me están matando
lentamente? Tal vez algún día será el
día de mi libertad de la cárcel de los malos pensamientos. Mientras eso pasa seguiré luchando contra
ellas para que no terminen de acabar con este ser que en algún momento de la
vida sonreía sin parar.
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