Quiero
comenzar este escrito con el siguiente fragmento: “No, no siempre estarán de acuerdo. No tienen por qué ser un calco el uno al
otro. Si lo fueran, uno de los dos sería
innecesario. Dos personas que siempre
comparten las mismas opiniones y perspectivas carecen de equilibrio y la sazón
que enriquecen la relación. En cambio,
las diferencias entre ustedes están para que se escuchen y aprendan mutuamente.”
– Sacado del Libro: El Desafío del Amor
Nadie es
igual a los demás, todos poseemos esa unicidad que nos define como personas y
nos distingue entre la multitud. En
cuanto al amor siempre he dicho que las diferencias complementan al otro ser
amado y es así en todo momento porque si ambos fuéramos iguales en todo
incluyendo en nuestra manera de pensar la relación sería toda una
monotonía. Aunque no lo queramos ver así
las diferencias son las que le dan esa chispa interesante al momento. ¿Por qué lo digo? La respuesta es sencilla: al momento de la diferencia le estamos dando
la oportunidad a nuestra pareja de expresar sus puntos de vista, es decir, le
permitimos que diga libremente todo lo que su mente piensa y lo que su corazón
ha guardado en su ser. Es demostrar que
nos importa su opinión en todo momento y que ante nuestro pensar estamos
dispuestos a ceder, en palabras más específicas, de buscar un punto medio para
el bienestar de los dos y de la relación.
Duele tener diferencias con el ser que más se ama, es algo que le hace daño
a ambos corazones, pero a medida que se van dando vamos conociendo un poco más
a nuestra alma gemela. Podemos ver
claramente sus gestos, escuchar su manera de expresarse para entender su estado
de ánimo y hasta con una mirada sabemos lo que está pensando.
Cada
diferencia se puede ver como algo traumante pues pensamos que no hay salida
para ellas pero son pruebas que Dios nos pone para ver cómo podemos
solucionarlas juntos. Todos reaccionamos
de manera distinta pues por naturaleza somos únicos, a veces nos encerramos en
nuestro propio pensar sin percatarnos del daño que le estamos haciendo a
nuestra pareja. Lo importante es que en
este instante que nos sentimos mal meditemos ambas caras de la moneda. Sabemos que sus puntos de vista no son
iguales a los nuestros pero cuando le damos vuelta a cada detalle encontramos
una manera de hacer conexión para que así ese lazo afectivo no se rompa. De cada diferencia se aprende mucho, no es
fácil sobrellevarlas pues todo tipo de sentimientos negativos nos invaden con
el propósito de hacernos rendir y echar por la borda todos los buenos momentos
vividos. A pesar de ello cuando el amor
es real y está construido en una base sólida no hay diferencia que acabe con la
relación. Sólo es cuestión de
comunicarse abiertamente, es decir, dejar desnuda el alma aunque a veces sea
difícil decir libremente lo que sentimos.
También hay que saber escuchar:
hay que evitar el alterarse ante la diferencia pues le dejamos ver a
nuestra pareja que nuestro pensar es el que siempre debe dominar y que el de
él/ella no tiene fundamentos. Antes de
hablar, hay que pensar muy bien lo que vamos a decir para no arrepentirnos
luego. Buscar esas palabras ideales para
que al momento de expresarlas fluyan con total calma. Luego de escuchar sólo nos queda el
comprender a la otra persona y entre los dos buscar una manera de solucionar la
diferencia. Dependiendo del caso podemos
cederlo todo ya que no iría en contra de nuestros principios o simplemente
entre todos los puntos de vista expresados encontrar esa conexión de
pensamientos y establecer dicho acuerdo.
El
propósito final no es ganar la discusión sino ganar el corazón de nuestro ser amado
para que no lo perdamos nunca. No es
fácil hallar una solución para cada diferencia pero si también ponemos a Dios
en medio de nuestra relación podemos analizar mejor las situaciones y por ende,
encontrar ese punto clave que hará que ambas almas vuelvan a unirse para juntos
volver en victoria al trayecto del amor.
En ambos está la decisión de solucionarlo todo en nombre del amor o
dejarse llevar por lo que hace daño y como consecuencia, darle fin a todo. Cuando tenemos a Dios en nuestra relación y
cuando estamos dispuestos a buscar soluciones a nuestras diferencias todo es
posible. El camino no será fácil pero al
final veremos que vale la pena arriesgarse.
Todo por el amor que es la fuerza que mueve al mundo y lo llena de pura
felicidad.
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