No todos
los días son de eterna felicidad. La
sonrisa se va en un viaje sin regreso.
El propósito de vivir la vida a plenitud pierde totalmente su
significado. El rinconcito de la
habitación me está llamando y dejándome llevar por el ambiente de tristeza voy
a su encuentro. La oscuridad se hace
notar en la habitación y las preguntas comienzan a invadir la mente sin
cesar. Tendemos a hablar solos para ver
si alguien puede responder las interrogantes que se están lanzando al
aire. Al no escuchar respuestas nos
hundimos más en nuestra aflicción y de un momento a otro el rostro se llena de
lágrimas pero de sangre.
Las
lágrimas de sangre son esas que provienen de un corazón que ha sido desgarrado
en simultáneas ocasiones y cuando está en proceso de recuperación vuelve a ser
mal herido. Esas lágrimas son las que
relatan toda nuestra historia de dolor sin decir una sola palabra. Son gotas que carcomen el alma y nos hacen
sentir que estamos en un calvario del cual hay que aprender a sobrevivir con
esas heridas para así poder salir con vida.
Las
lágrimas de sangre borran toda sonrisa y nos hacen sentir que estamos en medio
de la nada. Los propósitos que habían
estipulados para nosotros se han marchado por tiempo indefinido. Mientras más atención le prestamos a nuestros
pensamientos más lágrimas de sangre brotan de nuestros ojos. El tiempo se ha ido volando que ni nos damos
cuenta si es de día o de noche. Vemos a
nuestro alrededor y todo nos parece irrelevante. Queremos levantarnos de ese rincón pero el
mismo es tan tentador que nos invita a quedarnos un poco más. Las fuerzas se van perdiendo ya que nuestras
energías están bien enfocadas en nuestros pensamientos que luchar por salir de
allí es todo un reto. El silencio es
nuestra fiel compañía pues es testigo de todo el llanto que se escucha. Todo esto parece un calvario infernal y si
aún no lo es pues estoy muy cerca de presenciarlo.
El corazón
sigue ardiendo de dolor, la mente está llena de un torbellino de preguntas sin
respuestas, de nuestros labios sale el por qué y nos culpamos y cuestionamos
por nuestros pensamientos. Las lágrimas
de sangre no dejan de caer y ya no sé distinguir si estoy viva o muerta en
vida. ¿En qué momento dejaré de
sangrar? ¿En qué momento me
recuperaré? ¿En qué momento me
levantaré? Preguntas que se quedan en el
aire esperando por esa señal que revele el fin de este difícil momento. Mientras tanto el dolor me seguirá
consumiendo hasta morir.
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