Cada ser
humano es único por naturaleza propia.
Todos nosotros poseemos esas virtudes y defectos que simbolizan la
persona que somos hoy día. Me encanta
esa diversidad que todos tenemos pues de esta manera el mundo no se convierte
en una completa igualdad sino que podemos disfrutar a plenitud de esas
diferencias. Vale la pena ser único en
virtudes y defectos ya que cada una de nuestras historias va a ser recordada de
manera original.
Las
virtudes nos definen de manera excelente como persona. Son todas esas características que destacan
nuestra personalidad. Son todos esos
puntos fuertes que están bien marcados a lo largo de nuestro caminar. Virtudes de las cuales nos debemos sentir
orgullosos pues cada una de ellas se han logrado gracias a nuestro esfuerzo y
dedicación. Las reflejamos en todo momento
y lugar pues sin decirlas ellas ya se expresan a viva voz. Las virtudes nos ayudan siempre a alcanzar el
éxito y a que seamos recordados con gran emoción.
Los
defectos también nos definen como persona pues muestran esas áreas de debilidad
en las que necesitamos mejorar. Alabamos
las virtudes de todos pero entonces terminamos juzgando cada uno de sus defectos. Debemos recordar que nadie es perfecto en
este mundo pues todos tenemos esos errores que nos ponen una marca en el rostro
pero gracias a ellos logramos perseverar en la vida y por ende, crecer como
individuos. No debemos juzgar a las
personas sin conocer su historia pues cuando señalamos a alguien los demás
dedos nos señalan a nosotros. Unos
tienen más defectos que otros así que lo más coherente es mantener un respeto
hacia todos pues somos seres imperfectos que cada día buscamos la manera de
mejorar.
Detrás de
cada virtud y defecto tenemos una historia que contar. Procuremos atesorar de cada cualidad algo
positivo para expresar o alguna lección de vida para guardar en el baúl de las
enseñanzas y que a la larga nos sirva para momentos futuros.