Llegan
momentos en la vida en que nos salimos de la carretera y nos ponemos a pensar
en todo lo que nos ha tocado vivir….meditamos lo suficiente y en ese instante
sentimos que quizás es poco lo que se ha logrado y que nos gustaría hacer más
pero no sabemos en qué más aportar….allí es cuando la confusión ataca….
La
indecisión invade nuestro cuerpo y la desesperación mueve a su antojo nuestras
emociones. Nos ponemos a analizar qué
será de nosotros en el futuro pero la mente solo nos muestra una página en blanco. Nos deprimimos fácilmente por no poder
encontrar esa señal que nos dirija hacia adelante. No encontramos nuestro norte y lo único que
tenemos a nuestro alcance son obstáculos que no nos permiten avanzar. Vemos que el mundo sigue girando y todavía no
nos hemos movido para elegir un camino.
Cuando la
confusión ataca fuerte nos pone inútiles, incapaces de pensar con claridad y en
riesgo de tomar decisiones a la ligera.
La motivación se pierde y las ganas de seguir luchando se van
reduciendo. A veces pensamos que esta
confusión no se irá nunca porque no vemos la luz al final del camino. Cada día se hace más grande y hasta puede
provocar que nos quedemos estancados mientras otros avanzan sin cesar. La misma puede paralizarnos por completo o
simplemente puede llegar a ser algo pasajero, todo depende de cómo la mente la
procese. Y es que en ese momento no nos
damos cuenta que nosotros somos los que tenemos el control para apagar esa
confusión. Somos los únicos que podemos
acabar con ella de raíz o dejar que ella se apodere de nuestro ser.
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