Llegó la hora del encuentro y mi primera impresión fue
una impactante, algo que sólo mi mirada explicaba a simple vista. El poder verte causó en mí una radiante luz que
no se apagaba ni aunque cayera la noche.
Mis labios comenzaron a sonreír de una manera hermosa y especial. Sólo tú eras el único quien provocaba en mí
esa sonrisa pícara que revoloteaba todo a su paso. Tu presencia era más que suficiente para
inyectarme esa felicidad y buenas vibras que le daban más vida al corazón. Lo más que me gustaba era tenerte a
centímetros de mí y poderte decir Te
quiero mucho las veces que quisiera.
Esa sensación que en ese instante se apoderaba de mi cuerpo era bien
inevitable. Por más que controlaba la
mente siempre estaba latente ese bonito sentimiento. Poder hablar contigo en ese día fue mi mejor
pasatiempo. Escuchar tu voz y poderme
reír de tus ocurrencias fue lo mejor que me pudo haber pasado en ese
momento. Recordamos el pasado con gran
intensidad, nos vivimos el presente a plenitud y pensamos en lo que nos espera
en el futuro que confiamos que estará lleno de bendición.
Un encuentro en el cual nos olvidamos del mundo
entero. Sólo existíamos tú y yo, lo
demás era relativo. Un encuentro que
siempre desatará sonrisas inesperadas en ambos.
Un encuentro que encendió en el aire muchos sentimientos que no
necesitan explicarse con las palabras sino sentirlos con el alma. Un encuentro que siempre estará vivo en
nuestras mentes. Un encuentro que en definitiva
añadió vida a nuestros corazones.
El encuentro de nuestras vidas….con eso lo digo todo….
No hay comentarios:
Publicar un comentario