No todo en la vida es pura felicidad. Hay momentos en los que tenemos que pasar por tragos amargos para luego poder obtener la alegría que habíamos perdido. Uno de los casos es cuando se acaba la relación de pareja. Cuando se va el amor sentimos que el mundo se nos cae encima. Es como si nos hubiesen cortado las alas del amor para luego caer de manera mortal al suelo. Quisiéramos pensar que solo fue una pesadilla o hasta incluso una broma de mal gusto. Cerramos los ojos con la esperanza de encontrar algo mejor y al abrirlos vemos que esa es nuestra realidad y que no hay nada ni nadie que pueda cambiarla. A veces los fines son algo inevitable y en otros casos nos pueden terminar sorprendiendo más de lo que creemos. Es por eso que siempre hay que mirar los dos lados de la moneda. Si el amor ya no era uno sólido es explicable el fin de la relación pero cuando ese amor era más fuerte que una pared de concreto entonces allí es que la mente comienza a maquinar a mil pensamientos por hora. En esto último es que voy a enfocarme para desarrollar este escrito.
Cuando se va el amor nos cuestionamos todo el tiempo el por qué de la decisión. Toda idea negativa comienza a entrar en nuestra mente. Pensamos que tuvimos la culpa de todo lo sucedido, que nadie nos quiere de verdad y que desde hoy el mundo se acabó para nosotros. Buscamos respuestas a todas nuestras interrogantes pero termina siendo infructuoso el intento por saber la verdad. Visualizamos todo tipo de escenas que son producto de la imaginación e inventamos una historia que no muestra la realidad tal cual es. Perdemos el sentido de lo que verdaderamente pasó por estar pensando en fantasías de las cuales la probabilidad de que sean ciertas son relativamente nulas. Todos los sentimientos se mezclan y se filtran al ambiente para cargar la misma de frustración y agonía. ¿Duele perder un amor? Por más tormentoso que haya sido siempre duele ya que cuando amamos de verdad el corazón siente el efecto secundario del fin: dolor y vacío que tardará en cicatrizar.
El tiempo es nuestra fiel compañía, testigo de nuestra lenta recuperación. Con el pasar del tiempo y mientras estamos en nuestra soledad diaria es que empezamos a ver esas respuestas que andábamos buscando como locos. Cuando Dios dispone que ese amor no debe continuar en nuestras vidas debemos hacer caso. Todo sucede por un propósito único que sólo Dios conoce y con el tiempo lo veremos reflejado ante nuestros ojos. No podemos cuestionarle a Él las razones por las cuales nuestro amor se fue sino mas bien nos toca aceptar su voluntad. El tiempo es quien nos irá diciendo si existe la oportunidad de intentarlo una vez más o simplemente dejarlo todo por la paz.
Hay un detalle que debemos recordar siempre y es que el mundo no se acaba porque este amor se haya marchado. Cuando se va el amor nos puede dejar tristes pero no por eso dejaremos de luchar en la vida. Si se terminó un capítulo no importa, ya habrá otro esperando por nosotros para que lo comencemos y disfrutemos. Todo es cuestión de tiempo y de mantener una buena actitud hacia el futuro.
la realidad en un escrito
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