Todos hemos
pasado por esta etapa de la vida. Cuando
de un momento a otro eres una persona totalmente extraña en la vida de ese ser
a quien se catalogaba como especial entre la multitud. Todo era color de rosa cuando existían esas
atenciones y cariño incondicional que daban felicidad al entorno en que estábamos. En un instante el cielo derramó su tormenta y
la oscuridad se estableció en medio de nosotros para quedarse allí de manera
temporal. La indiferencia y el silencio
fueron los protagonistas de este cuadro. La comunicación se fue perdiendo
paulatinamente. El ambiente se empezó a
cargar de tensión y todo tipo de sentimientos negativos. Ya no se sentía esa comodidad que existía en
los momentos de amor y felicidad. Allí
es cuando uno se siente fuera de lugar, para decirlo de una manera más
específica: un cero a la izquierda.
Totalmente
ignorada y abandonada, así me siento. El
corazón sufre cada vez que me dejas en incertidumbre. Me siento como un cero a la izquierda pues
cambiaste de manera radical y la verdad es que jamás pensé que me fuera a
sentir así contigo. Cada día estás te
siento más lejos de mí y no soy yo solamente la culpable pues tú también lo has
querido así porque con tu silencio diario me lo has estado demostrando. Las personas buenas de corazón estamos
destinados a sufrir en cantidad por diferentes razones. A veces me pregunto el por qué tenemos que
sufrir tanto cuando hay peores personas en este mundo y padecen menos que nosotros. La vida es así de inexplicable pues quienes
deberían ser felices no lo son del todo.
Es difícil
sentirse como un cero a la izquierda cuando entre la multitud muchos son
aceptados tal cual son pero pues son etapas pasajeras de la vida que tenemos
que pasar. Ahora me puedo sentir así
pero en el día de mañana la historia puede cambiar. Podemos ser un cero a la izquierda para esa
persona que era nuestro todo pero para Dios nunca lo seremos. Él nos ama de manera incondicional y a pesar
de nuestros errores siempre seremos su mejor tesoro. La lección en todo esto no es sentirse menos
sino recordar lo valiosos que somos. Si
para esa persona ya no somos alguien especial no hay problema pues más adelante
existen seres que nos van a amar por siempre.
Dejemos que Dios nos ayude a sanar y nos haga sentir más valioso/a de lo
que somos. Que su mano nos guíe por el
sendero de la vida y permita que podamos salir hacia adelante.
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